Plantas y niños enmascarados se entrecruzan inquietantemente en sus pinturas. El artista porteño es dueño de una obra tramada a golpes de sorpresa.
Por Lic. Camila Reveco
camilareveco.mza@gmail.com
Argentina
En diálogo con el pintor, radicado en Buenos Aires desde el 2006, repasamos su trayectoria -siempre marcada la figuración- y se refirió además al recorrido que fue delineando a través del tiempo, pasando primero por una etapa de dibujo en birome y luego por pinturas que denotan su afición por el mundo de las plantas.
La botánica y el arte han mantenido desde siempre una estrecha relación y la obra de este pintor argentino nos recuerda ese magnífico vínculo. Observar las creaciones de Alejandro Pasquale nos acerca al trabajo de los antiguos botánicos que debían dibujar con precisión las plantas que observaban en lugares remotos para su posterior estudio; esos mismos dibujos además ilustraban las enciclopedias que luego las familias miraban con atención en casa. Tiempos en que no existía la fotografía como herramienta para registrar de forma instantánea aquello que se tenía como objeto de estudio, y a los científicos no les quedaba más remedio que ingeniárselas con un lápiz. Así como aquellos investigadores necesitaron de la creatividad para lograr resultados, el artista Pasquale observa y estudia de forma autodidacta el mundo vegetal a través de libros de botánica porque le significan una herramienta para producir su obra final.
Por eso dice que la clave para aprender es “aprender a observar”; allí se encuentra el mayor desafío de este joven pintor que sorprende por tener una temática tan original y por representar de forma tan peculiar a sus personajes (los niños) en entornos también muy llamativos. A Alejandro no le asusta tomar riesgos.
La nueva camada de artistas figurativos me sigue sorprendiendo y me hace pensar en uno de los aspectos más maravillosos del realismo: nunca jamás habrán dos artistas que representen de igual modo el mismo objeto. (vean luego la nota a la paraguaya Yuki Hayashi que también pinta plantas y verán que es muy diferente a Pasquale) ¡Qué viva la pintura!